miércoles, 15 de septiembre de 2010

Polémica visita del Papa al Reino Unido



Esta es una de esas ocasiones en las que el tan abusado término "histórico" es particularmente pertinente: se trata de la primera visita de Estado de un Pontífice al país. Isabel I lo habría apresado. Cuatro siglos más tarde, Isabel II lo recibirá en su residencia oficial en Escocia.
Pero el encuentro sin precedentes de la cabeza de la Iglesia anglicana y su homólogo de la Iglesia Católica en suelo británico no es la única señal de cambio.
Con los escándalos de pederastia, las acusaciones de homofobia y una frase papal durante una conferencia en la Universidad de Regensburgo en 2006 que ofendió a los musulmanes, no faltan quienes quieren expresar su desdén por la doctrina que representa Benedicto XVI.
Pero más significativo en el largo plazo quizás sea el hecho de que esta esta visita de Benedicto XVI, que empieza este jueves, ha dejado en evidencia la brecha que se ha abierto entre los católicos liberales británicos y el cada vez más conservador y centralizado Vaticano.
Falta de entusiasmo
La visita de Benedicto XVI no es, sin embargo, la primera de un Papa al Reino Unido. Ese hito lo marcó en 1982 Juan Pablo II, cuya visita pastoral tuvo tanto éxito que sentó un precedente difícil de superar.
Aunque no invitado por la reina, Juan Pablo II llegó, cautivó multitudes, le rogó al Ejército Republicano Irlandés (IRA) que abandonara las armas y se convirtió en una estrella.
Pero eso fue hace 28 años y Benedicto XVI no está bendecido con el mismo carisma de su antecesor, ni lidera una Iglesia tan relativamente libre de problemas.
Uno de los principales eventos de la gira de cuatro días del actual pontífice ilustra la diferencia: la ceremonia para beatificar la cardenal victoriano John Henry Newman en septiembre 19.
Inicialmente, los organizadores habían escogido el mismo lugar donde Juan Pablo II dio una misa que, en un país que se distingue por el secularismo, logró atraer a 350.000 espectadores.
Pero en esta ocasión, la Iglesia no puede darse ese lujo. El escenario fue cambiado para reducir el número de espectadores a 80.000.
Y en los actos reservados para miembros de la comunidad católica, ha habido poca demanda de boletos por parte de las congregaciones. Aunque muchos aducen problemas prácticos, eventualmente aceptan que también se debe a cierta falta de entusiasmo.
"Se ha dicho que hubo falta de interés por las boletas porque las empezaron a ofrecer en agosto, cuando las personas están de vacaciones, o porque les están pidiendo a los fieles que lleguen demasiado temprano a los actos", le dijo a BBC Mundo Elena Curti, del semanario católico The Tablet.
Pero si estuviéramos hablando del Papa Juan Pablo II, ¿habrían hecho el esfuerzo?
"Probablemente sí", concedió.
Inquietud en el rebaño
No obstante, muchas de las visitas del actual pontífice a otros países han sido precedidas de temores similares y al final han resultado bien.
Además, en el Reino Unido confían en que católicos inmigrantes, provenientes de lugares como Polonia y América Latina, alimenten las filas. En caso de que todo falle, siempre se puede recurrir a la práctica común entre políticos de alquilar multitudes para ahorrarse momentos vergonzosos.
Pero hay católicos que sí han estado esperando aprovechar la visita de Benedicto XVI.
Grupos como Voces Católicas por la Reforma (CV4R) articulan una corriente de opinión que se ha ido fortaleciendo de tal manera que han estado esperando la llegada del Papa no para defender su vida, como habrían hecho en el época isabelina, ni sencillamente para venerarlo, como sucedió con Juan Pablo II, sino para entregarle un pliego de peticiones que apuntan al cambio de conceptos fundamentales en su propia religión.
El documento cuestiona aspectos como la posición de la Iglesia frente al celibato, la ordenación de las mujeres, la falta de democracia en sus instituciones y el mensaje respecto a la homosexualidad.
Varias de las denuncias resuenan con las pronunciadas por grupos seculares, pero éstas vienen de "católicos devotos y comprometidos", de manera que su intención no es condenar, sino propiciar una "discusión abierta sobre cómo la Iglesia puede cumplir su sagrada misión en el mundo moderno", pues consideran que "es el único camino por seguir".
"Yo, por ejemplo, no diría que apoyo la ordenación de las mujeres -aunque me queda difícil encontrar argumentos para oponerme- pero no estoy de acuerdo con que la Iglesia prohíba la discusión. No deben cerrarse a ningún tema", le comenta a BBC Mundo Bernard Wynne, de CV4R.
¿Representativos?
La pregunta es qué tan generalizada es esta opinión entre los católicos británicos.
Wynne estima que expresan el punto de vista de al menos el 50% de los fieles que asisten a misa en el Reino Unido y un porcentaje más alto entre aquellos que no participan en el rito.
Y Elena Curti, de The Tablet -que ha estado reportando el acontecer de esta religión desde 1840-, confirma que ése es el sentir de muchos correligionarios.
"Yo diría que la mayoría de los católicos, respecto a varios temas como permitir el matrimonio entre los sacerdotes, apoyan el cambio. Asimismo, muchos de nosotros tenemos amigos o familiares homosexuales y queremos que nuestra Iglesia sea compasiva y comprensiva. Particularmente sobre el asunto de moralidad sexual hay una corriente fuerte que quiere que la institución sea más humana".
El dilema, sin embargo, es que una de las características más distintivas de ser católico es aceptar que el Papa es el representante de Jesucristo -y por ende Dios- sobre la Tierra, lo cual no deja mucho espacio para opinar.
En conversación con BBC Mundo, Wynne no tuvo más que citar las palabras del hombre que Benedicto XVI va a beatificar durante su visita.
"Como dijo el Cardenal John Henry Newman, 'la conciencia primero, el Papa después'".

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